Bush enfrenta su peor pesadilla: Katrinagate
Tomado de BBCMundo.com
Escrito por Matt Wells (BBC, Los Ángeles)
Mientras el presidente de Estados Unidos corre a visitar de nuevo las zonas afectadas por el huracán Katrina, se hace cada vez más evidente que se enfrenta uno de los más grandes retos políticos desde la caída de Richard Nixon en 1970.
Así como sucedió entonces, el buen periodismo es lo que está de fondo sobre lo que viene sucediendo.
Sin embargo, a diferencia de Watergate, el denominado "Katrinagate" se trata de periodismo como un servicio público que expone una verdad de manera continua.
En este caso no hacen falta las reuniones secretas con "Garganta Profunda", pues las cámaras han captado la realidad de lo que estaba pasando en el centro de convenciones de Nueva Orleans, haciendo quedar mal las excusas que eran presentadas por aquellos en cargos públicos.
Por ello, en medio del horror, el periodismo estadounidense podría estar recuperando su espina dorsal, gracias Katrina.
En EE.UU., los reporteros y presentadores de noticias suelen pertenecer a la misma clase social y raza que las personas a las que supuestamente deben cuestionar.
Viven en los mismos suburbios, van a las mismas fiestas y tienen vínculos con los mismos intereses en el mundo de los negocios.
Las grandes corporaciones son dueñas de los canales de noticias, y en Washington muchos políticos se apoyan en estos grupos para financiar sus campañas de reelección en Estados Unidos.
Es la perfecta receta para un periodismo tímido, que además se autocensura, y que no puede competir con la maquinaria de comunicaciones del gobierno de Bush.
Viraje
Pero la semana pasada, la complacencia se acabó y la indignación moral en contra de un gobierno que respondió inadecuadamente empezó a resurgir, incluso por parte de aquellos bien peinados presentadores de noticias que rara vez abandonan sus escritorios en Nueva York o Washington.
El ejemplo más espectacular se produjo el viernes pasado en la cadena Fox, que es reconocida por su línea editorial pro-republicana. De hecho, el canal de televisión, que posee Rupert Murdoch, se identifica como de oposición a "los medios liberales".
Cuando en Nueva Orleans la gente empezó a enfermarse o morir, e incluso sentarse en su propio excremento, el presentador de Fox Shepard Smith le declaró la guerra a la información que se manejaba hasta el momento que sólo reflejaba los saqueos.
En otras estaciones de televisión, como NBC, CNN y ABC, personajes que suelen salir del paso con una sencilla rueda de prensa fueron confrontados por reporteros dispuestos a acabar con la apatía hacia los damnificados.
Las versiones que presentaron los altos funcionarios gubernamentales sobre la asistencia que se estaba prestando a los necesitados, en las entrevistas al aire, fueron inmediatamente desafiadas y expuestas como mentiras o producto de la desinformación.
Y no se necesitaba de un título en periodismo para darse cuenta de esto, sólo el haber visto la televisión horas antes era suficiente para sacar estas conclusiones.
La preocupación Irak
Fue increíble que el pasado viernes el mandatario estadounidense le diese una palmada de felicitaciones al encargado del programa de emergencias de EE.UU., diciéndole que estaba haciendo "un gran trabajo", para luego bañar en halagos a los políticos y funcionarios que claramente estaban fallando.
De hecho, Bush se vio confrontado cuando un reportero que cubría su viaje a Mississippi tuvo la osadía de sugerirle que el hecho de tener un tercio de la Guardia Nacional acantonada en Irak pudo haber mermado la respuesta gubernamental.
Pero esto es algo a lo que, sospecho, tendrá que acostumbrarse de ahora en adelante: la lista de preguntas sin responder es muy larga para poder ser ignorada o escondida.
No sólo han sido la televisión y la radio las que se han quitado los guantes.
Uno de los más fervientes seguidores del gobierno de Bush en el New York Times, David Brooks, también mostró su enojo.
Brooks y otros columnistas están llamando a este desastre natural como el "anti-11 de septiembre".
"La primera regla de una sociedad -cuando hay una crisis se protege a los vulnerables- fue pisoteada", escribió el articulista el pasado domingo.
"Dejar a los pobres en Nueva Orleans fue el equivalente moral a dejar a los heridos en el campo de batalla", agregó.
El futuro
Todavía es muy pronto para determinar si esta situación se convertirá en un verdadero "Katrinagate" para el presidente Bush, por lo que cómo reacciona en las próximas semanas será crucial para su período de gobierno.
Las autoridades han estado en la mira de los estadounidenses, quienes, algunos por primera vez, se han dado cuenta que el colapso de los diques en Nueva Orleans es el resultado de una debilitada infraestructura en todo el país.
Culpar a los estados y funcionarios locales, como intentó Bush, no será suficiente.
Más allá de la tarea inmediata de resolver los problemas de vivienda y educación de los damnificados, habrá un minucioso seguimiento a la comisión que investigará las acciones tomadas luego de Katrina.
La incompetencia que seguramente será expuesta no dejará intacto al comandante en jefe ni su maquinaria que dejó Nueva Orleans diciendo que todo iba a estar bien.
Mucha gente seguía atrapada, hambrienta y muriendo, a menos de una milla de distancia.
El Estados Unidos de raza negra no olvidará las fallas del gobierno, como tampoco lo hará el Golfo de México.
Decenas de miles de electores cuyas vidas han sido destruidas irán a las urnas el año próximo, para los comicios de mitad de período, en el estado adoptivo de Bush: Texas.
La última palabra le corresponde al histórico diario que informa desde el centro del desastre, el New Orleans Times-Picayune, que publicó este fin de semana una carta abierta.
"Estamos indignados señor presidente y lo estaremos por mucho tiempo incluso luego de que nuestra querida ciudad vuelva a estar seca. Nuestra gente merecía ser rescatada, muchos que pudieron ser evacuados, fueron abandonados. Eso es una vergüenza para este gobierno".
Escrito por Matt Wells (BBC, Los Ángeles)
Mientras el presidente de Estados Unidos corre a visitar de nuevo las zonas afectadas por el huracán Katrina, se hace cada vez más evidente que se enfrenta uno de los más grandes retos políticos desde la caída de Richard Nixon en 1970.
Así como sucedió entonces, el buen periodismo es lo que está de fondo sobre lo que viene sucediendo.
Sin embargo, a diferencia de Watergate, el denominado "Katrinagate" se trata de periodismo como un servicio público que expone una verdad de manera continua.
En este caso no hacen falta las reuniones secretas con "Garganta Profunda", pues las cámaras han captado la realidad de lo que estaba pasando en el centro de convenciones de Nueva Orleans, haciendo quedar mal las excusas que eran presentadas por aquellos en cargos públicos.
Por ello, en medio del horror, el periodismo estadounidense podría estar recuperando su espina dorsal, gracias Katrina.
En EE.UU., los reporteros y presentadores de noticias suelen pertenecer a la misma clase social y raza que las personas a las que supuestamente deben cuestionar.
Viven en los mismos suburbios, van a las mismas fiestas y tienen vínculos con los mismos intereses en el mundo de los negocios.
Las grandes corporaciones son dueñas de los canales de noticias, y en Washington muchos políticos se apoyan en estos grupos para financiar sus campañas de reelección en Estados Unidos.
Es la perfecta receta para un periodismo tímido, que además se autocensura, y que no puede competir con la maquinaria de comunicaciones del gobierno de Bush.
Viraje
Pero la semana pasada, la complacencia se acabó y la indignación moral en contra de un gobierno que respondió inadecuadamente empezó a resurgir, incluso por parte de aquellos bien peinados presentadores de noticias que rara vez abandonan sus escritorios en Nueva York o Washington.
El ejemplo más espectacular se produjo el viernes pasado en la cadena Fox, que es reconocida por su línea editorial pro-republicana. De hecho, el canal de televisión, que posee Rupert Murdoch, se identifica como de oposición a "los medios liberales".
Cuando en Nueva Orleans la gente empezó a enfermarse o morir, e incluso sentarse en su propio excremento, el presentador de Fox Shepard Smith le declaró la guerra a la información que se manejaba hasta el momento que sólo reflejaba los saqueos.
En otras estaciones de televisión, como NBC, CNN y ABC, personajes que suelen salir del paso con una sencilla rueda de prensa fueron confrontados por reporteros dispuestos a acabar con la apatía hacia los damnificados.
Las versiones que presentaron los altos funcionarios gubernamentales sobre la asistencia que se estaba prestando a los necesitados, en las entrevistas al aire, fueron inmediatamente desafiadas y expuestas como mentiras o producto de la desinformación.
Y no se necesitaba de un título en periodismo para darse cuenta de esto, sólo el haber visto la televisión horas antes era suficiente para sacar estas conclusiones.
La preocupación Irak
Fue increíble que el pasado viernes el mandatario estadounidense le diese una palmada de felicitaciones al encargado del programa de emergencias de EE.UU., diciéndole que estaba haciendo "un gran trabajo", para luego bañar en halagos a los políticos y funcionarios que claramente estaban fallando.
De hecho, Bush se vio confrontado cuando un reportero que cubría su viaje a Mississippi tuvo la osadía de sugerirle que el hecho de tener un tercio de la Guardia Nacional acantonada en Irak pudo haber mermado la respuesta gubernamental.
Pero esto es algo a lo que, sospecho, tendrá que acostumbrarse de ahora en adelante: la lista de preguntas sin responder es muy larga para poder ser ignorada o escondida.
No sólo han sido la televisión y la radio las que se han quitado los guantes.
Uno de los más fervientes seguidores del gobierno de Bush en el New York Times, David Brooks, también mostró su enojo.
Brooks y otros columnistas están llamando a este desastre natural como el "anti-11 de septiembre".
"La primera regla de una sociedad -cuando hay una crisis se protege a los vulnerables- fue pisoteada", escribió el articulista el pasado domingo.
"Dejar a los pobres en Nueva Orleans fue el equivalente moral a dejar a los heridos en el campo de batalla", agregó.
El futuro
Todavía es muy pronto para determinar si esta situación se convertirá en un verdadero "Katrinagate" para el presidente Bush, por lo que cómo reacciona en las próximas semanas será crucial para su período de gobierno.
Las autoridades han estado en la mira de los estadounidenses, quienes, algunos por primera vez, se han dado cuenta que el colapso de los diques en Nueva Orleans es el resultado de una debilitada infraestructura en todo el país.
Culpar a los estados y funcionarios locales, como intentó Bush, no será suficiente.
Más allá de la tarea inmediata de resolver los problemas de vivienda y educación de los damnificados, habrá un minucioso seguimiento a la comisión que investigará las acciones tomadas luego de Katrina.
La incompetencia que seguramente será expuesta no dejará intacto al comandante en jefe ni su maquinaria que dejó Nueva Orleans diciendo que todo iba a estar bien.
Mucha gente seguía atrapada, hambrienta y muriendo, a menos de una milla de distancia.
El Estados Unidos de raza negra no olvidará las fallas del gobierno, como tampoco lo hará el Golfo de México.
Decenas de miles de electores cuyas vidas han sido destruidas irán a las urnas el año próximo, para los comicios de mitad de período, en el estado adoptivo de Bush: Texas.
La última palabra le corresponde al histórico diario que informa desde el centro del desastre, el New Orleans Times-Picayune, que publicó este fin de semana una carta abierta.
"Estamos indignados señor presidente y lo estaremos por mucho tiempo incluso luego de que nuestra querida ciudad vuelva a estar seca. Nuestra gente merecía ser rescatada, muchos que pudieron ser evacuados, fueron abandonados. Eso es una vergüenza para este gobierno".
1 comentario
LuisCarlos -
Ahora, ¿un paralelismo con nuestras tierras? digo, las emergencias sociales no siempre significan ganancia o pérdida política para el poder.
Un abrazo