Y pensar que todo fue por culpa del pie (Cuento de Maried Velásquez. Alumna de Castellano II de la UCV)
Mientras limpiaba la biblioteca, un enorme diccionario cayó sobre su pie y éste engrandeció tanto, que el hombre de las nieves le hubiese podido prestar sus zapatos. No hubo hielo ni dencorub capaz de disminuir tal hinchazón. Así que, coja y adolorida, continuó haciendo sus labores cotidianas.
Un alarido descomunal retumbó en sus oídos, era Griselda, anunciando la llegada del príncipe. Ese día se colocaría la zapatilla de cristal a las doncellas con el fin de encontrar su verdadero amor.
No hubo necesidad de probar el delicado calzado a las horrendas hermanastras. El príncipe, al verla, se quedó asombrado con su cenicienta belleza y fue justo hacia ella. Se miraron, profunda y deseosamente. El tomó la zapatilla, ella le mostró su pie y él, al ver aquella pezuña tan monstruosa e inmensa, prefirió culminar su búsqueda en uno de los bares más cercanos.
Y así Cenicienta, cual novia de pueblo, tuvo que proseguir con su vida junto a sus hermanastras, madrastra y por supuesto con la gigantesca extremidad culpable de toda su desdicha.
Un alarido descomunal retumbó en sus oídos, era Griselda, anunciando la llegada del príncipe. Ese día se colocaría la zapatilla de cristal a las doncellas con el fin de encontrar su verdadero amor.
No hubo necesidad de probar el delicado calzado a las horrendas hermanastras. El príncipe, al verla, se quedó asombrado con su cenicienta belleza y fue justo hacia ella. Se miraron, profunda y deseosamente. El tomó la zapatilla, ella le mostró su pie y él, al ver aquella pezuña tan monstruosa e inmensa, prefirió culminar su búsqueda en uno de los bares más cercanos.
Y así Cenicienta, cual novia de pueblo, tuvo que proseguir con su vida junto a sus hermanastras, madrastra y por supuesto con la gigantesca extremidad culpable de toda su desdicha.
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rossana -