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Weblog del prof. Antonio Núñez Aldazoro (UCV)

Análisis del Discurso

Murió Rorty, un filósofo terrenal

Murió Rorty, un filósofo terrenal

Tomado de fttp://www.clarin.com

En un ensayo autobiográfico el filósofo estadounidense Richard Rorty ¿que murió el viernes pasado en Palo Alto, California, con 75 años de edad¿ escribió: "Ya a los 12 supe que el propósito del ser humano era dedicar la vida a luchar contra las injusticias sociales." Sintetizando la importancia de Rorty, Russel A. Berman, su colega de la Universidad de Stanford declaró: "Rescató a la filosofía de sus limitaciones analíticas y la devolvió a preocupaciones centrales sobre cómo un pueblo, un país y la humanidad vive dentro de una comunidad política." La causa de muerte fue por complicaciones asociadas con un cáncer de páncreas.

La producción de Rorty ha sido vasta, consistiendo tanto de libros como artículos académicos y columnas periodísticas. Su libro más importante,Filosofía y el espejo de la naturaleza, que se editó en 1979, fue muy controvertido con apasionados detractores tanto como admiradores. Allí propuso que la meta principal del filósofo no era dedicarse a tareas ontológicas y metafísicas sino centrarse pragmáticamente en el quehacer humano. Escribió que la verdad "no esta allí afuera" separada de nuestro lenguaje y nuestras creencias. Rorty recibió su mayor apoyo de partidarios de la filosofía pragmática y para muchos ha sido el filósofo cultural más importante de su generación.

Rorty nació e 4 de Octubre de 1931 en la ciudad de Nueva York. Sus padres eran militantes trotskistas. Niño precoz, a los 8 años le mando una carta de felicitación al recién nombrado Dalai Lama, que también tenía 8 años. Ingresó a la Universidad de Chicago con sólo 15 años y recibió su doctorado a los 25, de la Universidad de Yale. Entre sus amores extra académicas estaba el avistaje de aves. The New York Times reportó que el último pájaro que avistó fue un cóndor en el Gran Cañón de Colorado, el febrero pasado.

Rorty fue un intelectual profundamente estadounidense. Sus raíces intelectuales yacen en los grandes filósofos pragmáticos John Dewey, Charles Peirce y William James. Aunque también citaba a Nietzche, Heidegger y Wittgenstein como influencias centrales. Declaró, sin embargo, que "no hay un período de la historia que tenga más razón que otra en cuanto a sus descripciones sobre la realidad."

Según la Enciclopedia de Filosofía de Stanford: "El modo de pragmatismo controversial y distintivo de Richard Rorty tiene dos ejes principales. Uno es negativo: un diagnóstico crítico de lo que considera los proyectos centrales de la filosofía. El otro: un intento de demostrar cómo podría ser una cultura intelectual una vez que nos liberamos de las metáforas de mente y conocimiento en cual están fundados los problemas tradicionales de la epistemología y la metafísica."

Desilusionado con la mezquindad intelectual de las cátedras de filosofía, Rorty concluyó su larga carrera académica mudándose a la cátedra de Letras de Stanford en 1998. Fue un profesor muy popular, que llenó todas sus aulas con alumnos jóvenes.

Además de su esposa le sobreviven a Rorty una hija y dos hijos. Su hijo Jay elogió su padre diciendo: "Admiraba profundamente a las personas, amaba la literatura con pasión y gozaba profundamente de su trabajo".

Asamblea de Madrid tiene "Manual del Buen Discurso"

Asamblea de Madrid tiene "Manual del Buen Discurso"

Tomado de www.elmundo.es

MADRID (EUROPA PRESS).- Los diputados de la Asamblea de Madrid contarán en la próxima legislatura, que comenzará el próximo martes, día 12, con un Manual de Retórica Parlamentaria que incluirá recomendaciones, pautas y sugerencias para que mejoren la construcción y la transmisión de su discurso político.

La publicación, que constituye el primer manual de retórica parlamentaria elaborado exclusivamente para los diputados de una Cámara legislativa, analiza los discursos escritos y orales, las actas y los documentos de trabajo que ha originado el Parlamento madrileño durante las tres últimas legislaturas, según informó esta institución.

La iniciativa, llevada a cabo por el Grupo de Análisis del Discurso Político y Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, es el resultado de un convenio que la institución académica y la Asamblea de Madrid firmaron en 2005 con los objetivos de promover la investigación, el estudio y el asesoramiento sobre cuestiones de carácter jurídico-político y materias relacionadas con el derecho parlamentario.

Entre otros aspectos, aborda el significado de la retórica en la actualidad, la dimensión retórica de la política y la retórica en la comunicación política. También se centra en el contenido y las estrategias del discurso político, el lenguaje parlamentario en sus distintos niveles, los recursos oratorios y algunas de las intervenciones más destacadas que se han registrado en la Asamblea desde 1999.

Los representantes de PP, PSOE e IU en la Asamblea de Madrid tomarán posesión de sus actas el próximo martes en el transcurso de una sesión que comenzará a las 10.00 horas. En esta nueva legislatura (VIII), el Parlamento madrileño pasará de tener 111 a 120 diputados debido al incremento poblacional experimentado en la región.

Concretamente, la nueva cifra de escaños responde a la revisión del padrón municipal realizada a 1 de enero de 2006, que arroja una población total de 6.008.000 habitantes.

Discusión, lenguaje y política

Discusión, lenguaje y política

Tomado de lanacion.com

Por Silvia Hopenhayn

La palabra discusión, en francés, no genera disturbios. Es un encuentro de ideas, un intercambio sostenido por el rigor y la buena escucha.

Los franceses se lo pasan discutiendo, en los bares, la panadería ( baguette en mano) o a la salida del cine. Hasta para finalizar el bachillerato, se realiza una discussion por escrito, como si fuera un género digno de practicarse a lo largo de la vida.

¿Y en qué consiste? Antes que nada en ponerse de acuerdo. No hace falta mantener ningún tipo de idilio ideológico ni pertenecer a una misma disciplina, pero sí es necesario atender al objeto del debate y no a las ganas de triunfar sobre la palabra del otro.

No se trata de un empacho retórico. Discutir es rondar sobre un tema, como quien esculpe en busca de una forma. Así, una buena discusión culmina en un encuentro y la mejor de las veces en un hallazgo.

Quizá con este ánimo, Katz Editores ha lanzado su colección Discusiones , ya bastante nutrida.

Uno de los últimos libros publicados resulta del mítico cruce entre el filósofo Michel Foucault y el lingüista norteamericano Noam Chomsky, en la década del setenta, La naturaleza humana: justicia versus poder .

Chomsky, fundador de la gramática generativa y, actualmente, reconocido por sus polémicas intervenciones sobre la política de los Estados Unidos, entabla aquí un diálogo con el filósofo francés que renovó las concepciones teóricas acerca del poder, el saber y la locura.

Las fricciones que se producen revelan el cambio de paradigma que se estaba viviendo, y en el cual aún estamos inmersos. Esto dificulta el intercambio, ya que pareciera que las mismas palabras se refieren a distintas significaciones.

Ambos están de acuerdo en la necesidad de cambiar (corregir, torcer) el rumbo de la humanidad, pero disienten en cuanto a las herramientas para lograrlo. A pesar de su crítica severa y sesuda, Chomsky aún cree en una concepción humanista del mundo, por medio de la cual es posible hallar soluciones parciales, desmontando el aparato del poder. Foucault desconfía de cualquier intervención, arguyendo que nada de lo que se halle dentro de las instituciones puede cambiar el sistema.

La gran tensión -o complementariedad, según Foucault- se establecería entre Justicia y Poder. Para el francés, "Se hace la guerra para ganarla, no porque sea justa". Chomsky, en cambio, sostiene que la justicia puede llevarse a cabo, incluso en un sistema que tiende a corroerla.

Donde mayormente prospera el encuentro es en el plano del lenguaje. Ambos concuerdan en la práctica del lenguaje como ejercicio de la libertad.

Y es quizá la libertad que se siente al leer esta "discusión". Resulta muy distinto escuchar a dos pensadores hablar sobre política que a dos políticos hablar sobre lo que piensan.

Paidós lanza "Lingüística para todos"

Paidós lanza "Lingüística para todos"

Ojalá los que se inician tímidamente en el estudio del lenguaje cuenten con este libro en los estantes caraqueños lo más pronto posible.

Por encima de todo, el lenguaje es lo que nos hace humanos. La lingüística, disciplina que estudia la estructura y la función del lenguaje, así como los fenómenos lingüísticos, ha desvelado muchas cosas sorprendentes y fascinantes sobre la naturaleza de nuestra facultad lingüística.
De Aristóteles a Chomsky, la presente obra explica con claridad qué hacen, cómo trabajan y qué han logrado hasta ahora los lingüistas.

El País, el Katrina, Cuba (Sobre la Retórica de Aristóteles y un caso práctico)

El País, el Katrina, Cuba (Sobre la Retórica de Aristóteles y un caso práctico)

Tomado de www.rebelion.org

Escrito por Belén Gopegui

Como ustedes saben, para Aristóteles el conocimiento no es un supuesto vacío, algo que pueda darse en abstracto, sino que nace de una premisa, el desarrollo de las facultades del hombre. Dicho de otro modo, para Aristóteles el hombre no está hecho, el hombre tiene que hacerse y no se hace en soledad sino en la polis. Para Aristóteles no vale con decir el hombre es así, la condición humana es así. Por el contrario, hay cosas buenas que deben ser buscadas, pongamos el valor o la magnanimidad, y es posible buscarlas, como es posible aprender a leer. También hay cosas que deben ser evitadas, pongamos la mezquindad, la cobardía.

En la Retórica, Aristóteles intenta que exista un control racional del lenguaje político y judicial. Pero él no entiende por razón lo mismo que entendemos nosotros. La razón no es, en Aristóteles, lo que se opone a los sentimientos, sino lo que los encauza. Quizá resulte más claro hablar de prudencia. Entre el poder y el hacer, que es el camino por donde transita todo conocimiento, ha de mediar siempre la prudencia, la consideración acerca de si lo que se está haciendo favorece al bien de la comunidad y no sólo al interés de uno. No me propongo hablar aquí de las indicaciones concretas que hace Aristóteles sobre cómo se debe argumentar en un juicio, o sobre qué elementos han de tenerse en cuenta al tomar la palabra en la asamblea.

Quiero en cambio referirme al significado que tiene el texto de Aristóteles en su totalidad. Así como, a mí entender, no existe un capitalismo salvaje, pues todo capitalismo lo es -la estructura del capitalismo lo determina, no hay ningún valor que pueda estar por encima de la tasa de ganancia-, sin embargo, sí cabe distinguir entre el habla salvaje, el habla de los deseos, y el habla instituida por Aristóteles para cada espacio de conocimiento, pongamos la poética, la dialéctica o la retórica.

El habla salvaje viene a ser, si me permiten esta imagen mínima, semejante a la práctica cada vez más común de no usar el intermitente. Yo quiero torcer, y tuerzo. Yo quiero un café, y lo pido. Yo quiero que declaren culpable a un hombre, y lo digo. Por el contrario, Aristóteles nos recuerda que el hombre existe en común con otros hombres, y en consecuencia hay un habla posible y distinta del habla salvaje, hay un habla que no tiene que ver con el interés de quien pronuncia el discurso sino con el bien. Yo quiero torcer y enciendo el intermitente porque se puede torcer y también se puede torcer bien, y si enciendo el intermitente estoy torciendo bien, estoy considerando que más allá de mi interés por torcer está el interés del peatón que está a punto de cruzar, y el interés del coche que viene detrás de mí, y el interés de una ciudad caótica que aspira aún a no serlo completamente.

Antes de continuar, han de saber que la mayoría de las cosas que he dicho hasta ahora y otras muchas de las que diré hasta llegar a la última parte de esta conferencia, las aprendí con Juan Blanco, un filósofo ágrafo, socrático en su modo de enseñar y aristotélico en su modo de pensar. Sepan también que, muchas veces, cuando Juan Blanco decía Aristóteles estaba diciendo algo más, estaba refiriéndose a la razón común. Éste hecho en nada desdice el rigor de su pensamiento. Juan Blanco hablaba de Kant, de Platón, de Hume, de Ockam, de Marx, con absoluta precisión. Pero cuando hablaba de Aristóteles, o cuando le hacíamos hablar de Aristóteles, se introducía una suerte de pacto. Porque Aristóteles creció en un mundo de esclavos y en un mundo que despreciaba a la mujer, y no cuestionó ninguna de estas dos condiciones de existencia. Porque Aristóteles no era perfecto ni pudo conocer ciertos descubrimientos de la ciencia o ciertas luchas políticas. Y Juan Blanco lo sabía y quienes le escuchábamos también lo sabíamos. Pero a menudo ocurría estar analizando el pensamiento posmoderno, o al sociólogo Niklass Luhmann, o una noticia de un periódico y entonces preguntarse qué habría dicho Aristóteles. En esos momentos, Aristóteles no era sólo la suma de sus libros, era además lo que Juan Blanco había incorporado a esa suma, como si hubiera logrado convertir a Aristóteles en una herramienta viva, en un punto de vista que al fin dejaba atrás el esclavismo o el desprecio a la mujer y únicamente recogía una concepción del mundo regida por la convicción de que el valor supremo no podía ser la vida sino la vida buena. De esta herramienta creada por Juan Blanco voy a servirme para mostrar el sentido de la Retórica.

“Del ser se sigue el decir”, es la premisa de la que hay que partir siempre que se habla de Aristóteles. Esto es, el conocimiento está en el lenguaje pero el ser, la vida, funciona como elemento de restauración lingüística. El lenguaje no crea la vida, sino que la vida origina el lenguaje y por eso el lenguaje tiene que verificarse en la existencia. Porque no es sólo que del ser se siga el decir, es que lo que el decir dice no se puede separar del ser: ser humano es ser animal y racional, no podemos cambiarlo, ser humano no es ser vegetal o gaseoso. Lo que ocurre es que entre el ser y el lenguaje no hay unidad sino analogía, siempre hay un escalón, por eso la descripción siempre es interpretación.

Y bien, en la descripción que hace Aristóteles, la bondad del hombre no sale del hombre mismo, sale de la ciudad, de la polis. De tal modo esto es así que Aristóteles existe porque existe Atenas, porque existen el teatro y la asamblea y una forma de entender y ejercer la educación. Ahora bien, en este punto es preciso recordar que para Aristóteles individuo y ciudad son congruentes, no son, como sucede en el capitalismo, necesariamente opuestos. La tensión entre el animal y lo político, la tensión entre el individuo y la colectividad, hoy se ve como algo como problemático y a menudo amenazador. Por el contrario Aristóteles la considera imprescindible para que el individuo se desarrolle: esa tensión está contenida en facultades y sin las facultades, sin el ejercicio de lo bien hecho en cada uno de los campos de acción del hombre, la existencia pierde todo sentido.

La sustancia del individualismo, visión del mundo que hoy nos envuelve y nos forma, está puesta en el hecho de que un individuo puede ir en contra de la especie. En cambio, desde el punto de vista de Aristóteles, la felicidad hay que buscarla dentro del orden de lo común. Por eso la corrupción hace tanto daño, porque cuando un individuo pide más de lo que merece está destruyendo la sociedad.

Dicho de otro modo, para Aristóteles la realidad no es una construcción sin más, sino una construcción adaptativa, una construcción que ha de servir al proyecto de lograr una vida buena para el común de las gentes. El capitalismo ha suprimido el término adaptativo, ha suprimido el para qué se construye la realidad, y esta supresión afecta a todas las cosas. Hoy, por ejemplo y en el colmo de la paradoja, es posible enseñar cómo se motiva a otros sin tener en cuenta para qué se les motiva. Aristóteles no separa el fin de la acción. Al mismo tiempo, distingue el fin del motivo. El fin de la acción “hacer una mesa” es siempre una mesa bien hecha. El motivo puede ser ganar dinero o puede ser sujetar los platos y los vasos. Y lo que vale para la mesa vale para un discurso. De manera que el fin de la Retórica no es el discurso judicial, ni el discurso político, ni es tampoco, como para los sofistas, persuadir. El fin de la Retórica es el discurso bien hecho. Lo que distingue el buen discurso del discurso mal hecho o del discurso aparente no es la ventaja que saca quien ha pronunciado el discurso sino precisamente la certeza de que del discurso bien hecho sacan ventaja todos: el individuo, el opositor, los oyentes, la ciudad misma.

La necesidad del buen discurso, la necesidad de contrarrestar el habla salvaje es mayor por cuanto el argumento retórico en Aristóteles no termina en el convencimiento del oyente sino después, termina en la acción que se sigue del argumento, en la modificación de las condiciones de existencia que se producirá. En este sentido, frente a lo que pueda sugerir una palabra como retórica, a Aristóteles le importa poco cómo se dicen las cosas, lo que le importa es lo que hacemos, cómo se dice lo que hacemos. Precisamente porque la subjetividad no es algo meramente pensado sino que sólo existe una subjetividad activa, una subjetividad en acción, es por lo que Aristóteles trata de poner reglas en los distintos campos de acción del hombre, reglas que procuren que lo que pase tenga que ver con la razón común.

Hasta aquí Aristóteles, hasta aquí un proyecto de Retórica que toma como punto de partida, y ahora cito el libro I, que “los hombres tienden por naturaleza y de un modo suficiente a la verdad, y la mayor parte de las veces la alcanzan”. A nosotros, sin embargo, no nos queda más remedio que vincular las palabras al hacer de nuestra sociedad, y ese hacer ha trastocado, si no definitivamente sí de un modo general, la relación del hombre con lo verdadero. Se puede querer con una hoja de papel cortar un roble, pero entre el querer y el objeto está el hacer. Hoy esta frontera parece haber desaparecido, como también aquella otra que entre el poder hacer una cosa y el hacer realmente interponía la responsabilidad, la prudencia.

Y si esto ocurre en el universo de la acción, qué no sucederá en el de la comunicación. Habitamos hoy en el reino del habla salvaje. En ese reino, la retórica obedece sobre todo a su acepción de uso más común, la retórica es ropaje y disimulo, encubrimiento del interés bajo el manto de palabras que un día nos conmovieron y cuyo uso deshonesto logra, sin embargo, conmovernos todavía. A Aristóteles le preocupaba analizar lo que es adecuado en cada caso para convencer. Veamos qué se entiende hoy por lo convincente en un caso concreto, el caso del huracán Katrina. Tomo como ejemplo el diario El País, pues me parece representativo de lo que hoy se puede considerar un gran medio de comunicación.

En el editorial del treinta de Agosto, este periódico decía: “¡Qué diferencia con el tsunami que las navidades pasadas devastó el sureste asiático! (...) Ahora ha tocado la cara de la moneda: ver cómo la ciudad de Nueva Orleáns se vaciaba de un millón de personas, siguiendo una orden de evacuación. Es la respuesta de una sociedad rica, avanzada y previsora, con capacidad de anticipación!”. Días más tarde, cuando la realidad desastrosa impuso sus imágenes a los deseos de los editorialistas, un nuevo editorial decía cosas como: “La decisión de la Administración de Bush de no seguir adelante con los planes para reforzar los diques de contención de las aguas en Nueva Orleáns y la entrega de los humedales cercanos a la especulación inmobiliaria cercenaron las defensas de la ciudad”. Como fácilmente se advierte, ya no es la sociedad rica, avanzada y previsora la que está siendo juzgada sino sólo la Administración de Bush. Quizá haya administraciones peores y mejores, y digo quizá porque lo que sin duda hay en el capitalismo es una sola política económica posible. En todo caso, el cambio de registro resulta revelador. Más revelador aún cuando, a partir de ese momento, se inicia lo que podríamos llamar una serie, una sucesión de artículos de columnistas que tratan de colocar lo ocurrido en el Katrina no en un lugar útil para el común de las gentes sino útil para la clase dominante. Comienzan a dúo el mismo día Herman Tertsch y Rosa Montero apelando a fragilidad como categoría: “Tan inermes, tan frágiles”, dice Montero. “Extremadamente quebradizos ante la adversidad”, dice Tertsch. De fondo, valores conservadores como la resignación, la conformidad con la desgracia, valores que avergüenzan cuando se escuchan en boca de los privilegiados. A continuación, ante el horror, los saqueos por hambre, los disparos, las violaciones, aparece el reproche no al sistema político y económico sino a la naturaleza humana malvada. Ambos hablan en efecto de, según Montero: “la brutalidad primordial, el ciego y fiero imperio del más fuerte, el instinto animal de depredación”, y según Tertsch:: “las miserias, las crueldades, los defectos, corrupciones y traiciones que salpican y corroen nuestros actos humanos”. Es la conocida idea de la derecha, el hombre es malo, no son las leyes las que están mal hechas, no es que falte hoy, como diría Aristóteles, una ciudad en donde las facultades del hombre puedan alcanzar su pleno desarrollo, sino que, al decir de estos columnistas, la maldad es instintiva o primordial. Los hechos , por cierto, desmintieron luego las violaciones, y la mayor parte de la brutalidad, aunque no la violencia institucional destinada a proteger la propiedad privada.

En días sucesivos, Elvira Lindo y Juan Cruz enlazan con la línea del editorial e insisten en que no es el sistema político el que ha fallado sino una administración concreta. El culpable es Bush y su partido que elige por una especie de maldad intrínseca, ahora cito: “rebajar los impuestos a los ricos, hacer oídos sordos a las obras públicas y favorecer la codicia diabólica de las grandes empresas”. Resulta llamativa la vuelta del vocabulario católico, no es la tasa de beneficio lo que mueve a las empresas sino la codicia, y esa codicia es además, diabólica. En idéntica línea, Juan Cruz dice: “Está a punto de anunciarse que, otra vez, los ricos pagarán menos impuestos, cada día es más obvio que el descuido social castiga a capas cada vez más amplias de la población”. Como ven, la expresión: “el descuido social castiga”, no tiene desperdicio. Más allá de eso, fijémonos en cómo cierto lenguaje anticuado, progre, estatalista, según el cual los ricos deben pagar más impuestos que los pobres, regresa a los columnistas si bien no, en absoluto, al partido que esos columnistas defienden, ya sea en España ya en los Estados Unidos. También Juan José Millás recurre a la magia de los impuestos: “Cuando nosotros, a base de competir por ver quién es el partido político que baja más los impuestos, tengamos un Estado famélico, también exigiremos que nos permitan guardar una pistola debajo de la almohada”, dice. Es interesante señalar que en esos mismos días Zapatero había anunciado la subida de los impuestos para pagar el déficit sanitario. Ahora bien, ¿la subida de qué impuestos? La subida de los impuestos indirectos, aquellos que no distinguen entre pobres y ricos y por lo tanto claro que distinguen obligando, proporcional e inevitablemente, a pagar mucho más al pobre que al rico. Impuestos, recuerden, sobre el alcohol y el tabaco, y aquí Aristóteles se hubiera vuelto loco si hubiera tenido que explicar la existencia de una comunidad que al tiempo que prohíbe o critica unas sustancias por considerar que hacen daño y matan, se organiza de tal modo que le sea imprescindible que la población se ponga ciega de esas sustancias, pues de lo contrario no habrá quién atienda a los enfermos ni habrá hospitales donde atenderlos.

Pero sigamos con el huracán. El tema de la desigualdad atraviesa tanto columnas como editoriales. Al decir de Elvira Lindo: “El fantasma de África ha perseguido a los negros hasta alcanzarles, no el África de la que vinieron hace siglos como esclavos, sino el África de hoy, el África violenta y devastada”. Sugiere así, para nuestro asombro, que la esclavitud y el colonialismo en nada tendrían que ver con el África de hoy, serían dos fenómenos aislados. Pero sobre todo la imagen de Lindo insiste, como se hizo en general en la mayoría de los medios durante esos días, en el hecho de que, incluso cuando la catástrofe natural ocurre en un país rico, incluso entonces la naturaleza elige a los pobres, a sureños pobres y negros. Lindo lo atribuye al fantasma de África, también podría haber hablado de un imán misterioso, pero quizá hubiera sido mejor que hablara de que cuando se dieron las órdenes de evacuación los sureños ricos se fueron y no hubo autobuses disponibles para quienes no tenían medios propios. Además, en esas órdenes de evacuación, los oficiales del gobierno no ofrecieron viviendas ni comida para los desplazados. Muchos de los que tenían transporte para escapar del huracán también usaron sus ahorros y perdieron sus trabajos. Y aun cuando hubo quien se atrevió a acusar a los que se quedaron de imprudentes, se sabe que aquellos que pudieron salir no tenían mejor sentido común, tenían más dólares. Todo esto es lo que Lindo convierte en el fantasma de África. Pese a todo, hemos de saber que el huracán produjo grandes destrozos en Florida, Bahamas, Luisiana y Missisipi. Hubo sureños blancos y ricos que padecieron. Y es como si no existieran. Quizá porque tenían sus casas aseguradas, sus empresas aseguradas. Y quizá también porque la existencia de ricos vulnerables convierte el Katrina en un hecho real y no en una película de Bush y los negros. No hemos construido una comunidad. Estamos solos y es mejor pensar que no nos tocará a nosotros o que, si nos tocara, acumulando dinero el día de la catástrofe estaremos protegidos porque acumular dinero es todo lo que se espera de nosotros, todo lo que los columnistas, y aquellos a quienes representan, son capaces y están en disposición de hacer.

El capitalismo no puede construir una comunidad, en una comunidad se promueven cualidades mientras que el capitalismo está obligado a promover cantidades. El dinero sistematiza en una unidad toda la complejidad del individuo. En este sentido, el tercer editorial de El País es un modelo retórico en sí mismo. Este editorial se publicaba el viernes nueve, a la vez que la columna donde Millás decía: “vamos hacia una organización económica insolidaria, atroz, injusta, antidemocrática”. Millás de nuevo relacionaba este hecho no con el capitalismo y sus cifras ni con las democracias que lo articulan sino con la extrema derecha que, misteriosamente, ha llegado al poder. Millás se ve abocado, como el resto de los columnistas, a un cúmulo de contradicciones internas. El editorial en cambio parece decir, dejémonos de palabrería y hablemos de lo que ha sucedido en realidad, a saber: “el factor Katrina simplemente ha complicado un shock petrolero de demanda con otro shock de oferta. Se supone que el choque de oferta será pasajero y que la producción afectada se recuperará”.

Voy a referirme a un último tópico muy usado por los columnistas esos días, el resurgir. El domingo once, Manuel Vicent lo enunciaba de esta forma: “Nueva Orleáns será salvada de las aguas por sus enamorados de todo el mundo que queremos viajar junto con Vivien Leigh y Marlon Brando (...) en el Tranvía Llamado Deseo”. Y Montero escribía: “Con el tiempo, llorarán a sus muertos, asumirán sus duelos”. No me cabe duda de que las personas privadas de hijos, amigos, hermanos y también de cobijo, también de un lugar donde caerse muertos, privadas de todo eso no por el huracán sino por los intereses que incluso el mismo periódico de esos columnistas había criticado, no me cabe duda de que esas personas verían en las dos frases que acabo de leer muestras de un cinismo intolerable y sangrante. Tampoco me cabe duda de que por la cabeza de ninguno de estos columnistas jamás pasó ni remotamente la posibilidad de que sus frases fueran entendidas de un modo sarcástico. Regreso entonces a Aristóteles para explicar a qué pueda ser debida esta suerte de distancia insalvable entre formas de mirar.

Recordarán que para Aristóteles el ser, la vida, funciona como elemento de restauración lingüística. Primero está la vida y después el lenguaje. Pero para Montero, como para Vicent, como es clásico en la posmodernidad, parece ser a la inversa. Es el lenguaje el que funciona como elemento de restauración, y así sus palabras, o los enamorados de una película, reconstruirán Nueva Orleans. Lo que ocurre cuando se abandona la exigencia de restaurar el lenguaje en la vida es que desaparece la obligación de argumentar. Al fin y al cabo, como también dice Montero, y cito: “Dentro de poco se habrá vuelto a remendar el vaporoso espejismo de la realidad”. Basta, entonces, con que funcione ese “vaporoso espejismo” en el cual el frío, la fatiga, las telas mojadas, el barro, no tocan la piel.

En cierto modo, no deja de ser un síntoma de salud, aun cuando insuficiente, la exigencia popular de que los políticos visiten los lugares afectados. Es insuficiente pero a partir de esa exigencia aún se puede fundar algo, construir sobre tierra y no sobre imágenes. Recientemente se publicaba en La Jornada un artículo en donde se daba cuenta de cuál es el equivalente material de palabras como las de Montero. Dice Montero en El País: “Limpiarán y reconstruirán día tras día, con tesón de hormigas, la ciudad devastada”. Dice David Brooks en La Jornada: “Una de las primeras decisiones del presidente George W. Bush, pocos días después del desastre en la zona del Golfo de México, fue suspender la ley Davis Bacon, que obliga a todo contratista que firma un convenio federal a pagar un sueldo equivalente a los niveles prevalecientes en la zona. El efecto de esta suspensión fue que empresas como Halliburton y decenas más cobraran al gobierno como si pagaran altas remuneraciones a sus empleados, pero desembolsaban menos que el salario mínimo para incrementar sus ganancias. Cuando residentes locales rechazaron salarios inferiores, o las empresas enfrentaron la realidad de que los trabajadores estadounidenses gozan de ciertos derechos, los contratistas optaron por la mano de obra inmigrante indocumentada.

Inmigrantes mexicanos y centroamericanos reconstruyen Nueva Orleáns y otras zonas devastadas por el huracán Katrina, pero en lugar de recibir gratitud son explotados, a veces vejados y al final sujetos a una ola de resentimiento y desprecio debido a las políticas federales de reconstrucción y las prácticas empresariales”.

Si un día las tensiones entre los inmigrantes hispanos y los habitantes de Nueva Orleáns estallan, si se producen varios linchamientos o algunos otros hechos espectaculares, entonces imagino que volverá a empezar la rueda: apelaciones a la miserable condición humana, lágrimas de cocodrilo por las desigualdades, exigencias de cocodrilo pues se sabe que no se cumplirán, mala conciencia. Algo semejante a lo ocurrido tras la represión de los treinta mil africanos en Melilla. Decía Aristóteles: “deliberamos sobre o que parece que puede resolverse de dos modos, ya que nadie da consejos sobre lo que él mismo considera que es imposible que haya sido o vaya a ser o sea de un modo diferente, pues nada cabe hacer en esos casos”. Por eso cansan cada vez más los columnistas, y por eso quizá debieran cansarse, por eso entendemos por retórica algo vacío, hueco, falso. Pues si sabemos que en este sistema político y económico no existe posibilidad de que estos hechos puedan resolverse de dos maneras, sino que hay una sola manera posible, entonces ¿cómo no desconfiar de quienes hablan como si deliberaran, como si en verdad tuvieran algo que proponer? Y si no hablan para proponer nada, si los asuntos sobre los que se pronuncian no podrían ser de otra manera ¿entonces por qué no guardan silencio? Sospechamos de su retórica pues si en verdad piensan que “vamos hacia una organización económica insolidaria, atroz, injusta, antidemocrática”, entonces ¿cómo pueden seguir defendiendo a los partidos, a las instituciones y a las empresas que sustentan esa organización?

El caso Katrina, como tantos otros, quedó en seguida cerrado, y procurar abrirlo ahora, resulta extemporáneo. Yo, sin embargo, me permito reabrir el caso y a riesgo de que algunos y algunas de ustedes me acusen de llevar el agua a mi molino, un molino crítico con el capitalismo pero no crítico en el vacío sino crítico desde el marxismo y el socialismo, voy a ponerles un ejemplo de lo que sería restaurar el lenguaje en la realidad.

A poco más de quinientas millas de Nueva Orleans, Cuba socialista, con muchos menos recursos, ha sido capaz de atravesar desastres naturales con muy pocas o ninguna pérdida humana. Antes que el Huracán Denis, un huracán de vientos de 240 kilómetros por hora, sólo 10 kilómetros menos que los vientos del Katrina, golpeara el territorio cubano en el mes de julio pasado, más de millón y medio de personas fueron evacuadas por el sistema de defensa civil de Cuba de las áreas de alto riesgo, millón y medio de un total de 11 millones de habitantes.

Así pues habrá quien piense que llevo el agua a mi molino, pero si dos huracanes de semejante intensidad se suceden en menos de tres meses en regiones muy próximas y son afrontados de modos absolutamente distintos creo que no resulta en absoluto forzado comparar. Lo que si resulta forzado, insólito, salvaje, si me lo permiten, es no establecer comparación alguna.

Al habla salvaje no le interesa comparar con un país socialista porque no le interesa saber qué es lo mejor, ni siquiera lo conveniente. No le interesa conocer si hay un modo diferente de afrontar la llegada de un huracán porque saberlo podría desembocar en una acción que obstaculizara los deseos de ese habla. Citemos ahora el estudio de 68 páginas elaborado por Oxfam –una inobjetable organización humanitaria británica- en 2004: “Cuba es diferente”, se dice allí, “por la combinación de su desarrollo socio económico con sus políticas de respuesta para reducir sustancialmente la vulnerabilidad de la población contra estos peligros”. El Plan Nacional de preparación para desastres es definido y desarrollado cada año, desde los niveles más altos hasta los barrios y asociaciones vecinales. “Yo soy responsable de esta parte del barrio”, dice una representante de la Federación de Mujeres Cubanas. “Si un huracán llega, yo sé que dentro de un edificio multifamiliar hay una anciana en silla de ruedas, quien va a necesitar ayuda para salir. Tengo once madres solteras que viven en el segundo y tercer piso de edificios de departamentos con niños menores de dos años de edad quienes necesitarán más apoyo para evacuarse y quienes tendrán necesidades especiales en los albergues. Tengo dos mujeres embarazadas, una en ese bloque y otra en aquél, quienes requerirán de una atención especial”.

Desde nuestra lógica, desde nuestro individualismo, sentimos miedo a que alguien pueda saber donde vivimos. Desde nuestra lógica se mueren ancianos y pasan días hasta que alguien, alertado por el olor, descubre su muerte. Desde nuestra lógica sólo ante la inminencia de una posible catástrofe nos es dado decir: hubiera sido hermoso que en cada barrio de Nueva Orleáns se hubiese sabido, como en Cuba, donde estaban las personas que requerían atención especial. Pensamos que hubiera sido bueno que en nueva Orleáns se hubiera hecho uso, como en Cuba, de todos los recursos disponibles para la preservación de la vida en las emergencias, y no para la preservación de la propiedad privada. Desde nuestra lógica no cerramos los ojos ni olvidamos que Cuba es un país bloqueado y que su población viviría mejor y podría protegerse también mejor de los huracanes en una coyuntura internacional diferente. Desde nuestra lógica y aun sabiendo que nunca seremos la mano de obra indocumentada que reconstruye Nueva Orleáns, y aun sabiendo que tal vez nuestras casas si estarán aseguradas el día de la catástrofe, desde nuestra lógica a pesar de todo por un instante nos sentimos parte de una humanidad herida y añoramos, dicen los columnistas, que se paguen unos pocos más de impuestos como si así fuéramos a cambiar las bases sobre las que hemos construido esta sociedad. Trata la retórica de aprender a distinguir lo que nos parece bueno. Tanto Aristóteles, como Juan Blanco, como Carlos Marx, como el socialismo cubano, reivindican la necesidad de construir el comunismo desde la protección a los más débiles pero también y sobre todo desde el principio de una vida buena. No queremos sólo una comunidad para afrontar los desastres, la queremos también porque estamos cansados de competir, de traicionar, de ser cobardes, de ser salvajes. Pasar del interés privado al interés común exige un esfuerzo, pero quizá ya es hora de decir que nos interesa más ese esfuerzo que el que diariamente realizamos para ser mezquinos, hipócritas, avariciosos en la medida en que el individualismo nos lo exige. Porque seguir hablando y oyendo hablar todos los días en el vacío, seguir sometidos a un discurso que contribuye a impedir la acción, levantarse cada mañana pensando en sobre quién van a verterse esta vez las lágrimas de cocodrilo es cansado, es verdaderamente cansado y no es bueno.

El lenguaje de los medios sobre el Katrina: los negros "saquean", los blancos "encuentran"

El lenguaje de los medios sobre el Katrina: los negros "saquean", los blancos "encuentran" Tomado de Rebelion.org

La página web www.boingboing.net ha publicado una captura de pantalla del servicio de noticias de Yahoo, en el que se observa el diferente tratamiento que se hace de dos fotografías similares sobre las inundaciones de Nueva Orleans consecuencia del huracán Katrina. La diferencia entre ambas imágenes es que mientras que en la primera la persona que arrastra un saco sobre el aguas es afro-americano, quien lleva el saco en la segunda de las fotografías es blanca. Ambos se encuentran con el agua hasta el cuello (literalmente) pero el término utilizado por las agencias informativas para refererse a la acción de transportar un saco de origen desconocido es muy diferene: el negro saquea (loot), sin embargo, los blancos encuentran (find).

La primera de las fotografías es de la agencia Asociated Press y la segunda de AFP, la que, a la vista de la polémica causada en EEUU, ha solicitado a Yahoo la retirada de sus fotografías. Por su parte, Yahoo ha manifestado que ellos no son los autores y editores de los cientos de imágenes y noticias que se publican, y achacan toda la responsabilidad sobre los comentarios en la agencia proveedora de las imágenes.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=19634

Los recursos discursivos que emplea un orador pueden revelar sus intenciones

Los recursos discursivos que emplea un orador pueden revelar sus intenciones Lingüistas de la Universidad de Almería (España) están llevando a cabo un proyecto de investigación sobre el uso de las series enumerativas en el lenguaje ordinario, un análisis que va más allá de la pura retórica.

Escrito por A. Benítez para: www.andaluciainvestiga.com

Apreciar la intención o la actitud de quien utiliza el lenguaje es posible a través del análisis del discurso, actividad a la que se dedica el grupo ILSE (Investigaciones Histórico-Lingüísticas y de las Hablas Vivas del Sudeste Español) de la Universidad de Almería. Mediante recursos y prodecimientos discursivos, cualquier persona es capaz de plasmar en lo que dice o escribe su sello de identidad, dejando traslucir cuáles son sus verdaderas pretensiones a la hora de hablar.

Precisamente, uno de estos recursos son las series enumerativas, que más allá de ser meros mecanismos de retórica poética integrada en el paralelismo, han pasado a ser consideradas como un elemento de refuerzo del mensaje. Según expertos lingüistas de la UAL pertenecientes al grupo ILSE, “las series enumerativas son mecanismos muy empleados por políticos en sus discursos o por frailes en sus sermones para elevar el peso retórico y la fuerza emotiva de su oratoria”. De hecho, otros especialistas han considerado las series enumerativas como uno de los giros más determinantes a la hora de transmitir emociones.

Una serie enumerativa consiste en la repetición de varias unidades discursivas relacionadas entre sí por la sintaxis y en las que subyace algún elemento común. El estudio en profundidad de estas series enumerativas ha merecido la concesión de un proyecto de investigación del Ministerio de Educación y Ciencia en diciembre de 2004, con el cual estos especialistas tratarán de explicar qué funciones discursivas cumple el empleo de este recurso en el lenguaje oral espontáneo, donde las series enumerativas se usan con más frecuencia de lo que se piensa. Los motivos de este uso pueden ser varios: para mejorar la inteligibilidad del discurso, para establecer una postura de no confrontación con un interlocutor y para economizar el proceso de codificación del mensaje, en función de la relevancia d ela información.

Congreso Internacional de Análisis del Discurso Oral en noviembre

Los días 23, 24 y 25 de noviembre del presente año se celebrará en la Universidad de Almería un Congreso Internacional de Análisis del Discurso Oral. Este Congreso nace como iniciativa del grupo ILSE (Investigaciones Lingüísticas del Sudeste Español) de la UAL, que está trabajando sobre el discurso oral desde su fundación, en 1993.

Este grupo de investigadores ya organizó un Simposio sobre Discurso Oral en 1994, pionero en el mundo hispánico y cuyas actas han resultado ser un importante referente para todos los interesados en este campo de investigación. Desde 1998, el grupo ILSE se ocupa de la preparación de cada volumen de la revista internacional “Oralia. Análisis del Discurso Oral”, editada y distribuida por Arco Libros. Los responsables del Congreso serán los profesores doctores Luis Cortés Rodríguez y Antonio M. Bañón Hernández, ambos pertenecientes a la Universidad de Almería, codirectores de la revista “Oralia”.

Como objetivos del evento, desde la organización se pretende conseguir una muestra representativa de las últimas aportaciones del Análisis del Discurso aplicadas a los textos orales en español; ofrecer a la comunidad científica española herramientas adecuadas para el estudio crítico del discurso oral y rescatar manifestaciones orales en los textos históricos a partir de las iniciativas surgidas en los últimos años para el estudio de la lengua en su contexto social. Asimismo, como objetivos específicos, se plantea el profundizar en la teoría del discurso oral a través del mejor conocimiento de las utilidades del discurso; avanzar en el conocimiento de los corpora de lengua oral e intensificar el estudio de las estructuras discursivas relativas a los diferentes registros, tanto los menos formales como los menos formales, entre otros.

Más información:

Luis Cortés Rodríguez
Departamento de Filología Española y Latina
950.01.52.53
lcortes@ual.es

Web del Grupo ILSE: www.grupoilse.org